domingo, 2 de noviembre de 2025

Sally Rooney: Intermezzo

Idioma original: inglés

Título original: Intermezzo

Año de publicación: 2024

Traducción: Inga Pellisa

Valoración: recomendable


Para los que, sin llegar al término refractarios, somos algo ajenos a los vaivenes, hipérboles y desajustes promocionales de las novedades editoriales, como últimamente estoy siendo, nos resulta, me ha resultado, algo chocante y sorprendente la frecuencia con que se menciona, en determinados contextos, a Sally Rooney como escritora de cierto calado, de cierta, glups, influencia, con apenas cuatro novelas (Santi nos obsequió con una doble reseña de otras dos, que suscribo en su práctica integridad) y, supongo que también por su condición de mujer joven, veo que se la menciona en ámbitos bastante dispares y hay cierta tendencia a describirla ya no como the next sino como the big thing. 

Entiendo que Intermezzo representa una lógica evolución en su universo narrativo y no acabo de decidirme si abordaré la lectura de la restante, puesto que, evitaré escrupulosamente el término repanocha, la lectura de esta novela, pudiendo considerarla como una experiencia satisfactoria, no ha justificado ese entusiasmo algo generalizado, no ha acabado de activar esos resortes que ponen a uno alerta.

Intermezzo, cuesta algo afrontar una sinopsis sin estropear aspectos de su eventual lectura, debo advertir, muestra la situación de Peter e Ivan Koundek, dos hermanos con una notable diferencia de edad (22 y 34 años) que afrontan, desde sus distintas situaciones vitales, la muerte de su padre, que ha sufrido una prolongada agonía y ha muerto joven, 65 años. Ese duelo es compartido con su ex-esposa, Christine, una de las protagonistas secundarias de la novela, en su función de madre que vela para que la armonía se mantenga entre sus hijos. Cuyas vidas no pueden ser más diferentes: Peter es un abogado de éxito e Ivan subsiste con trabajos ocasionales y batalla por hacerse un nombre en el mundo del ajedrez profesional. Sus mundos son bastante divergentes, pero Rooney los sitúa en una situación casi especular: Ivan conoce a una mujer de 36 años, organizadora de un torneo de ajedrez al que acude, y surge una relación casi clandestina, avergonzada. Peter, tras ser abandonado por Christine, colega de profesión, con graves secuelas de un accidente de tráfico, acoge en su  casa y se acuesta con Naomi, estudiante de la edad de su hermano, que ha sido deshauciada y cuya precariedad la obliga a los más distintos desempeños, sin cortarse ni un pelo en pedir dinero a Peter cuando lo necesita.

Aquí empezaron a surgirme algunas dudas sobre la intención de la novela. Los capítulos alternan la vida de uno y otro hermano. El primero, dedicado a Peter, casi precipita mi abandono. Un estilo disperso, de frases cortas, a veces hasta incompletas, algo desconcertante por cuanto se trata de una secuencia de pequeños disparos verbales, sin apenas pausa ni diálogo, alternando cortas descripciones con reflexiones algo forzadas. Cuando Ivan entra en juego disponemos de una narración más situacional, estamos en sitios y pasan cosas. He llegado a interpretar que Rooney opta por dar un estilo diferenciado cuando narra sobre uno u otro protagonista. Y donde los veinteañeros son directos, francos y resueltos, los treintañeros duda, reflexionan, valoran pros y contras. Puede que sea ése el recurso. Pero me ha parecido que cuatrocientas dieciséis son muchas páginas para una novela tan fácil de resumir en apenas diez líneas. Y no sé si Rooney quería mostrar la diferencia de apreciación social ante las relaciones con diferencias de edad, si quería usar los personajes más jóvenes como ejemplos de la precariedad y las malas perspectivas de los millenial o quería esbozar una semblanza de cómo la diferencia de status puede incluso penetrar y abrir brecha en una familia. Me da esa impresión: que Rooney ha abierto varios frentes sin acabar de decidirse por ahondar en ellos, de forma trágica o aunque sea ambigua. Que incluso amaga con un desenlace trágico, con un golpe de efecto argumental. Todo lo contrario, el final, emocional y acomodaticio, aunque haya logrado mostrarlo de forma contenida y brillante, resulta dejar un regusto agradable, pero levemente edulcorado. Y replicaré un poco al jefe de todo esto: el malismo puede ser malo, pero el buenismo es peor.

La mencionada reseña de las otras dos novelas de Rooney podéis encontrarla aquí

sábado, 1 de noviembre de 2025

Guillermo Arriaga: El hombre

Idioma original: Español

Año de publicación: 2025

Valoración: Recomendable


¿Hasta qué punto un escritor tiene que reinventarse para seguir vigente o, más importante, para que su obra no se convierta en un cliché de sí misma? Todos entendemos perfectamente a qué nos referimos cuando decimos “un libro más” de Murakami, “un libro más” de King, “un libro más” de Enríquez. Estos escritores de fondo tienen que hacer funambulismo entre la innovación (que les traerá el odio de sus fanáticos) y la forja de un estilo (que, en casos extremos, puede llegar al autoplagio).

Dicho lo anterior, este es “un libro más” de Guillermo Arriaga, para bien y para mal. A pesar de que Arriaga ha apostado por temáticas cosmopolitas (jóvenes de barrios bajos de la Ciudad de México, cazadores de la tundra septentrional del continente americano, médicos de la Europa del siglo XIX, etc.), desde Amores perros encontró una fórmula que le ha funcionado y que, si bien no es exclusiva suya, ni mucho menos, se ha vuelto su sello: múltiples líneas narrativas que, a lo largo del libro, se entrecruzan, afectando en mayor o menor medida a cada una de ellas para, al final, converger en el punto central de la obra (como ha dicho el propio Arriaga, cada uno de sus libros tiene solo una cualidad que es el “alma del libro”: el amor, la violencia, la lujuria, etc.).

En este caso, la novela gira en torno a la figura de Henry Lloyd, el hombre por antonomasia. Una de esas fuerzas (demoníacas) de la naturaleza que horrorizan a unos y, lamentablemente, fascinan a otros. Se trata, por decirlo llanamente, de un verdadero hijo de puta: megalómano, narcisista, vengativo…: los ingredientes perfectos para convertirse en un exitoso hombre de negocios. Los diferentes narradores del libro nos muestran, desde diversos ángulos, la creación de un imperio, con todos los despojos que va dejando a su paso: muertos, hijos bastardos, mujeres abandonadas, miseria…

El interés del libro no está solo en el retrato de este monstruo, sino en la pregunta que lo sostiene: ¿qué mecanismos sociales, económicos y afectivos permiten que alguien como Henry Lloyd prospere? Una pregunta que nos hacemos cada vez que vemos las noticias.

Este es un libro que no defrauda, Arriaga entrega exactamente lo que se espera de un escritor consagrado. Si acaso, tengo algunos reparos:

1. Como dije al inicio de la reseña, la falta de innovación a nivel narrativo. Arriaga nunca ganaría el Nobel. Sin embargo, es un maestro escribiendo obras para adaptarse al cine.

2. Algunas denuncias (esclavitud, inmigración, desigualdad), aun siendo temas urgentes, a veces se presentan de manera demasiado frontal, rozando lo moralizante. Me habría gustado un poco más de sutileza*: confiar más en la inferencia del lector, en la elipsis y en la ambigüedad ética que el propio material sugiere.

3. Para algunos lectores que no tengan una mínima idea de la historia en común de México con Estados Unidos, puede quedar la sensación de que se perdieron algo. 

El hombre cumple con solvencia lo que promete: potencia dramática, personajes que se imponen y una maquinaria narrativa efectiva. Mi objeción no es de ejecución, sino de horizonte: Arriaga, sin duda, domina su fórmula; ojalá, la próxima vez, se anime a forzarla.

* Una sutileza que me parece imprescindible en una buena obra de ficción. Sin embargo, a la hora de denunciar públicamente algún problema social, la sutileza puede ser más una falta de carácter que una virtud.

viernes, 31 de octubre de 2025

Ray Bradbury: El árbol de las brujas

Idioma: inglés

Título original: The Halloween Tree

Año de publicación: 1972

Traducción: Matilde Horne

Valoración: entre recomendable y está bien

Sé que para muchos de vosotros/as la fiesta de Halloween es ya algo tan tradicional como la de la patrona de vuestro pueblo (esto no va por vosotros, amigos/as de  México; no es de extrañar, después de décadas viendo en películas y series de televisión cómo los norteamericanos se los pasaban pirata, mientras que en España la costumbre era ir a ver una representación del tenorio y, al día siguiente, al cementerio a limpiar las tumbas de los parientes fallecidos (evidentemente, no hay color, no le estoy recriminando a nadie la adopción de costumbres foráneas, teniendo en cuenta, además que la hibridación cultural puede producir resultados de lo más interesante). Vale, ya sabemos, por tanto, lo de los disfraces, las calabazas y los caramelos, pero, ¿de dónde viene, exactamente, la fiesta de Halloween, el Día de los Muertos, la Noche de Brujas, Todos los Santos o como queramos llamarla? Pues eso es lo que trata de enseñarnos Ray Bradbury con esta novelita. O enseñar a los chavales, más bien, puesto que se podría decir que es una novela eminentemente juvenil.

Resumen resumido: un grupo de chicos de un pueblo de Illinois salen a pedir dulces la noche del 31 de octubre. Se queda, sin embargo, el más popular de todos ellos, llamado Joe Pipkin, que no se encuentra bien y les cita para más tarde en un caserón de las afueras con pinta de casa encantada. Allí, además de encontrarse el fabuloso Árbol de las Brujas que da título al libro,  reside el enigmático y asombroso señor Mortajosario quien les llevara en un viaje a través del tiempo para conocer los orígenes de la celebración de esa noche, además de buscar al desaparecido Pipkin. Un viaje fantástico y, por momentos, aterrador que puede considerarse como iniciático o de crecimiento, aunque en la novela los protagonistas pasen de ser niños a... seguir siendo niños (aunque más conscientes). Por eso el libro podría entrar en la categoría de "categoría juvenil", sin que ello impida que cualquier adulto pueda disfrutar sobremanera con su lectura.

Algo que también sucede, aparte de la originalidad de la trama, elementos supranaturales, etc., por el estilo de la prosa de Bradbury, bastante reconocible por su enfatismo, su gusto por las metáforas a todo trapo, por el toque poético incluso en párrafo más anodino... un estilo, que, en principio, no me atrae demasiado. He de reconocer, sin embargo, que a esta pequeña novela, seguramente debido a su carácter fantástico y alegórico, le queda como un guante y en ningún momento se siente como exagerado o extemporáneo -y eso que el señor Mortajosario... es decir, Carapacho Clavícula Mortajosario, que ahí es ná, hace todo lo que puede para que sea así- e incluso ese lirismo que en otros textos puede parecer algo fuera de lugar,aquí  resulta incluso conmovedor. Los capítulos, además son bastante cortos y ágiles, llenos de acción, lo que facilita que el libro se lea en un plis-plás y, aunque no resulte una novelette redonda, (quizás porque hoy en día nos resulte todo ya un poco visto, no así, supongo en 1972), me parece perfecta para leer hoy, esperando a que llegue la noche y se abra el pasaje entre el mundo de los vivos y el de los muertos, como toca en esta fecha señalada. Tened cuidado, que la medianoche no os pille en el otro lado...

Más libros de Ray Bradbury reseñados en este blog: La feria de las tinieblasCrónicas marcianas,Fahrenheit 451

jueves, 30 de octubre de 2025

Colaboración: A la intemperie, de Roberto Bolaño

Idioma original: castellano

Año de publicación: 2024

Valoración: Interesante (para completistas)


Seguramente pensarían ustedes que ya no quedaba ningún escrito de Roberto Bolaño por publicar. Craso error. Debolsillo, dado el seguimiento que tienen las novelas del escritor chileno en nuestro país, se ha preocupado de saciar las necesidades de los “bolañistas” publicando un volumen titulado A la intemperie. 

En este caso, no nos encontramos con una nueva novela inédita, puesto que a estas alturas los baúles están vacíos. Se trata de un volumen que recopila los artículos, columnas y reseñas que publicó Bolaño desde los años 70 hasta poco antes de su muerte. También se recogen prólogos a obras de otros autores y algunas conferencias y discursos.

Con estos antecedentes, como ustedes fácilmente comprenderán, el interés que pueda suscitar esta obra es muy relativo. La temática es muy dispersa y el estilo varía mucho entre los distintos escritos puesto que pertenecen a épocas muy dispares, por lo que la coherencia general de la obra brilla por su ausencia. 

En este sentido, quizás no resultan especialmente atractivos tantos relatos sobre ambientes y personajes de Blanes, su lugar de residencia, ni tampoco los numerosísimos artículos dedicados a autores chilenos que no son conocidos por estos pagos, pero lógicamente hay que situarlos en el contexto de los medios informativos, especialmente el Diari de Girona y Las Últimas noticias de Chile, en que fueron publicados. 

Mucho más interesantes son los artículos en los que habla de literatura. Aunque debe quedar claro que no son críticas literarias ni artículos de opinión. Bolaño introduce sus valoraciones, principal aunque no exclusivamente, de escritores españoles e hispanoamericanos, donde desgrana sus filias y fobias personales, con las que el lector podrá estar o no de acuerdo. El autor chileno ensalza entre los autores españoles a Javier Cercas, Javier Marías o Vila-Matas y nos recomienda encarecidamente que si nos gustan los cuentos “un cuentista que tenga un poco de aprecio por su obra no leerá jamás a Cela ni a Umbral. Lo repito una vez más, por si no ha quedado claro, a Cela y Umbral ni en pintura”. Y poco más adelante concluye que como cuentista “con Poe tendríamos de sobra”. No creo que Harold Bloom estuviera de acuerdo.

En cuanto a la literatura hispanoamericana deja claramente de manifiesto su predilección por los autores argentinos, especialmente Borges y Cortázar, y en cuanto a la literatura chilena, sobre todo destaca a Huidobro y Nicanor Parra, a los que dedica varios artículos. En cuanto a fobias, aquí queda su valoración de Isabel Allende: “su literatura es mala, viva, pero mala”.

En fin, un volumen que puede resultar útil para completistas a los que les guste coleccionar todo lo publicado por Bolaño, pero prescindible para todos los demás.

Firmado: José Miguel Martínez

Otras muchas obras de Roberto Bolaño reseñadas en ULADaquí


miércoles, 29 de octubre de 2025

Roland Topor: Mundo inmundo

Año de publicación (del volumen): 1972
Valoración: Recomendable (sobre todo para amantes de Roland Topor y del humor negro)

Roland Topor fue uno de esos artistas polifacéticos que abordaron diversas disciplinas con envidiable personalidad y solvencia. Escribió novelas y relatos que a mi juicio rozan la genialidad, incurrió en el diseño escenográfico y de vestuario para ópera y teatro, participó en el cine y la televisión, formó parte del Grupo Pánico junto a Alejandro Jodorowsky, Fernando Arrabal, Olivier O. Olivier y Jacques Sternberg y, por encima de todo, se entregó al dibujo.

Mundo Inmundo es, precisamente, una inclasificable antología de algunos de sus dibujos. Dichos dibujos, divididos en seis capítulos ("Toxicología", "Los masoquistas", "¿Terror?", "¡Terror!", "El arte de morir" y "Mundo inmundo"), exhiben un nivel promedio muy alto. Y es que, si bien el oficio gráfico de Topor deja que desear en ciertos apartados (la nula variedad de fisionomías y anatomías, la rigidez de las posturas, la tosquedad de los trazos, etc...), es más que suficiente para que su obra alcance un mínimo formal. Además, dicha obra gana enteros en lo conceptual, gracias a la extravagante imaginación del autor, así como su ingenio visual y su retorcido humor negro. ¡Cómo no amar la audacia de esa ilustración en la que una mujer emplea como paracaídas lo que parece ser un bloque de hormigón! ¡Cómo no desternillarse ante el hombre que, estando plácidamente recostado en su cama, se dispone a disparar a las dianas que tienen sus pies!

En resumen: Mundo inmundo es una estupenda manera de adentrarse al universo gráfico de Topor (incluso más que esa estupenda película de animación en la que colaboró, El planeta salvaje), y gustará especialmente a los amantes del humor negro y a los admiradores de artistas como Alfred Kubin, Odilón Redón, Zdzisław Beksínski y Aleksandra Waliszewska.





También Roland Topor en ULAD: Aquí

martes, 28 de octubre de 2025

Juan Carlos Onetti: Los adioses

Idioma original: Español
Año de publicación: 1954
Valoración: Muy recomendable

Que tras más de 6000 entradas solo hayamos reseñado un libro de Juan Carlos Onetti solo puede querer decir dos cosas: que somos unos "dejados" o que hoy en día casi nadie lee al uruguayo. Prefiero quedarme con la primera de las opciones, la verdad.

Sea por una cosa o por otra, dejo por escrito el propósito de ir llenando ese vacío (tengo que leer / releer La vida breve, Juntacadáveres o Dejemos hablar al viento, que andan por casa "poniéndome ojitos"). Para empezar, hoy es el turno de Los adioses, un librito muy muy breve que queda fuera del ciclo de Santa María y de los personajes que pueblan buena parte de la obra de Onetti. Independientemente de esto, es una obra 100% Onetti, tanto por estilo como por temas o por ambiente.

Porque Los adioses es una novelita filosófica y/o metafísica que lleva en su interior una historia de amor y una intriga de corte casi policial, un texto que juega con el lector ya que esconde más de lo que muestra, una obra que bebe del cine de la época, de la pintura y de la fotografía y que nos ofrece, una vez más, un testimonio de la desgracia y el fracaso. Dos frases son claro ejemplo de esto último:

No es que crea imposible curarse, sino que no cree en el valor, en la trascendencia de curarse.

Es inútil dar vueltas para escapar al destino.

El argumento de la novela podría resumirse en la llegada de un extraño, al que conoceremos simplemente como "el hombre", a un pueblo sin nombre en el que un hospital atiende a enfermos de tuberculosis. Pero esto no es La montaña mágica, ni mucho menos. Es, por el contrario, la reconstrucción de los pasos de "el hombre" vistos desde la perspectiva del almacenero, otro extraño llegado al pueblo 15 años atrás. O, mejor dicho, desde una perspectiva construida a partir de sus observaciones, de sus imaginaciones, de las observaciones e imaginaciones de terceros.

Esta es una de las claves del texto: la fiabilidad del narrador. ¿Quién es el narrador? ¿Cómo ha llegado hasta allí? ¿Cuánto de verdad hay en lo que vemos u oímos, en lo que imaginamos, en lo que inferimos, en lo que interpretamos?

La otra es el personaje de "el hombre": ¿Qué le ha llevado al pueblo? ¿De qué huye (si es que huye de algo)? ¿Quiénes son las dos mujeres que le escriben y le visitan? ¿Cuál es su relación con el hombre y con el pasado y el presente de este?

Preguntas y más preguntas que solo obtienen una respuesta parcial en las páginas finales del libro. 

Si por algo destaca Los adioses es por ese ritmo tan característico de la prosa de Onetti (no confundir con el ritmo de la propia acción, ojo). Hablo de sus párrafos densos y cargados de imágenes, del ritmo y las pausas de la frase, que parecen adaptarse a la entrecortada respiración de los enfermos que pueblan la novela. Pero también hay que citar paisajes, ambientes y secundarios casi espectrales que otorgan una magnética sensación de irrealidad. 

Como podrán deducir quienes no hayan leído hasta ahora a Onetti, hablamos de un libro no apto para todos los públicos. Hablamos de uno de los más claros ejemplos de los considerados "escritor para escritores", de un texto que no "explicita", que el lector ha de completar a su manera y en el que, a veces, el propio estilo se impone a la trama.  Que esto no os eche atrás, de verdad. Onetti es uno de los grandes de la literatura hispanoamericana del siglo XX y eso es mucho decir.

También de Juan Carlos Onetti en ULAD: El astillero

lunes, 27 de octubre de 2025

Gaétan Soucy: La niña a la que le gustaban demasiado las cerillas

Idioma original: francés
Título original: La petite fille qui aimait trop les allumettes
Traducción: María Teresa Gallego Urrutia, para Contraseña Editorial
Año de publicación: 1998
Valoración: entre recomendable y muy recomendable


Cuando uno tiene ya cierto bagaje lector, le sucede que cada vez más le es más difícil encontrar libros que impacten, que epaten, incluso que inquieten. Pero en ocasiones ocurre. Porque el asombro ante este libro va más allá de la historia que narra; desconcierta (y sobremanera) por el estilo del autor: seco, crudo, directo, pero especialmente con un uso del lenguaje muy inusual y sorprendente.

Argumentalmente, el libro empieza mostrando ya de entrada su enfoque y argumento en su primera frase: «tuvimos que hacernos cargo del universo mi hermano y yo, pues una mañana, poco antes de amanecer, papá exhalo el último suspiro sin previo aviso». A la que continua, «sus despojos, crispados en un dolor del que solo quedaba ya la corteza, sus decretos, tan repentinamente pulverizados, todo eso yacía en la habitación del primer piso desde la que papá, la víspera sin ir más lejos, nos lo ordenaba todo». Esas dos primeras frases ya aportan varias pistas de lo que el libro ofrece, a nivel argumental pero también estilístico, pues denotan una mirada terriblemente fría de la relación de los dos hijos con su padre y, también, la difícil empresa que tienen por delante y de la que deben encargarse con premura: la gestión del fallecimiento del padre, a nivel emocional, pero (y especialmente) también logístico, pues deben organizar el entierro. Así, ante la necesidad de resolver una situación tan excepcional, uno de los hermanos (que ejerce como protagonista), se encarga de narrar esos días posteriores a la defunción.

Estilísticamente, es innegable que el autor busca transgredir la escritura al uso, ejerciendo malabarismos con las palabras con los que busca sorprender al lector mientras emana una sensación que roza la asepsia al narrar una defunción y entierro sin emoción ni aflicción. Así, el estilo utilizado es seco, duro, tosco, que se hace evidente en párrafos como cuando afirma que «he omitido mencionarlo, pero soy el más inteligente de los dos. Mis razonamientos impactan como garrotazos. Si fuese mi hermano el que redactase estas líneas, la pobreza del pensamiento saltaría a la cara, nadie entendería nada de nada». De esta manera, el autor nos hace partícipes de la compleja y en apariencia distante relación con su hermano a la vez que con ello nos sitúa en la historia, con un narrador en primera persona que debe cargar con la noticia y el peso de la muerte de su padre; una muerte que es narrada de forma igualmente seca, sin afecto, de manera funcional y casi logística sobre cómo afrontarla. Cómo lectores, nos sorprende el estilo, la falta absoluta de sentimientos hacia un padre que, según va avanzando la historia, vamos conociendo a la vez que descubrimos los motivos de tal falta de conexión emocional, pero no únicamente hacia el padre ante la situación por la que deben transitar sino también hacia el resto de personajes del pueblo con los que tratan y a quienes observan con cierta perplejidad y distancia que se hace evidente al narrar que «los hábitos de la comarca exigen sin duda que haya que parecerse al muerto del día, pues mis semejantes tenían todos cara de funeral».

Así, Soucy practica un estilo directo que interpela a los lectores directamente al dirigirse a ellos y que me atrevería a decir que es altamente original por el desparpajo utilizado rozando la verborrea a la vez que demuestra una confusión constante entre el género utilizado por el narrador al referirse a él mismo. De igual manera, la historia, que transcurre en poco espacio de tiempo, es narrada en evolución rápida hacia el interior de su protagonista, pues es realmente allí donde ocurre la acción, en el conocimiento y (auto)descubrimiento de su personalidad y su (hasta ese momento) cerrado universo interior. Así al exponerse y abrirse a quien le cuenta la historia, el contraste destaca por la ingenuidad, pero no respecto a sus facultades sino en cuanto a su manera de ver el mundo y su encaje en él; un lugar que antes se le antojaba lejano y hermético a sus conocimientos e intereses y que de golpe parece nuevo y abierto. De hecho, uno de los episodios más hilarantes a la vez que bizarros es un encuentro fortuito de cariz sexual que, por la desubicación mental, sorpresa e inexperiencia que profesa la protagonista me ha recordado sumamente al personaje de Bella Baxter, protagonista de la película «Pobres criaturas» de Yorgos Lanthimos, por la narración de esa escena experimentada por la personalidad medio asilvestrada se la protagonista a la que incluso la lleva a denominarse a sí misma “cabritilla salvaje”. 

Por todo ello, por la historia narrada pero especialmente por la originalidad y valentía en el enfoque y el cómo transmite la historia y los sentimientos, este libro es una rareza interesante para aquellos que buscan sorprenderse ante una lectura que deja cierta sensación de sorpresa y novedad por el uso de un lenguaje un tanto peculiar, con palabras inusuales y en ocasiones inventadas y que invita a aumentar con ello la bizarrez de la historia y la manera de reaccionar, pensar y sentir de su protagonista. Una rareza sorprendente, impactante, pero a la vez divertida.